martes, 15 de junio de 2021

Otto Warburg, Premio Nobel 1931

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Otto Warburg: la historia del científico judío y gay que los nazis nunca tocaron

Convivió toda su vida con su compañero, Jacob Heiss, y se dedicó a la investigación del cáncer como si la Shoá no existiera. Se cree que lo protegía Hitler en persona, por su preocupación hipocondríaca, que lo hacía estar pendiente de los avances de la ciencia alemana. En “Ravenous”, Sam Apple cuenta su vida y por qué su investigación, despreciada luego de la Segunda Guerra Mundial, hoy se ha vuelto a valorar

Gabriela Esquivada

Por

Gabriela Esquivada

12 de Junio de 2021

gesquivada@infobae.com


Cuando le dieron el premio Nobel en 1931, por revelar uno de los secretos del cáncer, dijo “Ya era hora”.

Cuando un funcionario nazi le exigió que firmara una “declaración de raza aria”, devolvió el formulario en blanco. Cuando el mismo funcionario se presentó en su laboratorio y le hizo el saludo con el brazo derecho a 45 grados, pasó a su lado sin devolvérselo, abrió la puerta y le señaló el final del pasillo: “Allí está la salida”. Odiaba que lo molestasen mientras trabajaba.

Otto Warburg fue un científico excéntrico. Mientras otros nombres brillantes como Albert Einstein y Otto Meyerhof abandonaban Alemania e incluso Fritz Haber, de origen judío pero convertido al protestantismo, comprendía que eso no lo salvaría de sucumbir a la aplicación de las leyes raciales de nazismo y emigraba, Warburg continuó su investigación como si nada sucediera a su alrededor.

En 1942 llegó a exigir que el gobierno de Adolf Hitler le cambiara su status de Mischling, cruzado, como lo consideraba la normativa de 1935 ya que tenía un padre judío y una madre protestante, por uno de igualdad con los arios, y lo obtuvo. Su amante, Jacob Heiss, con el que convivió toda su vida en una mansión de Dahlem, un barrio elegante al sudoeste de Berlín, transmitía sus órdenes con la mayor naturalidad en el laboratorio construido, según las detalladas indicaciones de Warburg, al estilo rococó de una propiedad holandesa del siglo XVIII que le había encantado.

 

Ni el hecho de que fuera de ascendencia judía ni el hecho de que fuera gay implicaron que su vida peligrase, cuando Hitler ya encerraba a ciudadanos alemanes por mucho menos y se disponía a sembrar Europa de campos de concentración. Eso, sumado al hecho de que Warburg rechazó una oferta de la Fundación Rockefeller para continuar su investigación en Nueva York, hizo que el mundo científico supusiera que apoyaba el nazismo. Lo pagó caro al terminar la Segunda Guerra Mundial: quiso vivir y trabajar en los Estados Unidos y no lo logró.



Sin embargo, su verdadera historia es mucho más compleja, según cuenta Ravenous, Otto Warburg, the Nazis, and the Search for the Cancer-Diet Connection (Con hambre voraz: Otto Warburg, los nazis y la búsqueda de la conexión entre cáncer y dieta), una biografía del singular bioquímico alemán a la vez que una crónica de un siglo de investigación en cáncer. Porque las ideas de Warburg, que cayeron en el olvido con el fin de la guerra, recientemente han vuelto al campo de la investigación médica.

El autor del libro, Sam Apple, se interesó por la resurrección del “efecto Warburg” en las investigaciones científicas sobre el cáncer hacia finales del siglo XX: se trata de una particularidad del metabolismo de las células por la cual las malignas tienen un consumo de glucosa 200 veces mayor que las células normales. Esa voracidad, creía Warburg, era la clave para terminar con el cáncer: bastaría con hambrearlas.

La derrota de Alemania por los Aliados y el surgimiento de la investigación genética como posible origen de la enfermedad lo dejaron en el olvido.

Algunas décadas más tarde, la falta de resultados y el vínculo entre obesidad y cáncer devolvieron a Warburg a la discusión académica. Apple dio con la pista, hizo un artículo para la revista de The New York Times y se encontró fascinado por la historia. No pudo dejarla, y al conocer las características personales de Warburg y los azares de sus circunstancias, comenzó este libro.

El padre de Warburg, también científico, era amigo de Albert Einstein: se los ve en esta conferencia international de física que organizó Ernest Solvay en 1911. Casi todos los presentes eran premios Nobel. Entre los están Max Planck, Marie Curie y Jules Henri Poincare. (Couprie/Hulton Archive/Getty ImagesLa derrota de Alemania por los Aliados y el surgimiento de la investigación genética como posible origen de la enfermedad lo dejaron en el olvido. Algunas décadas más tarde, la falta de resultados y el vínculo entre obesidad y cáncer devolvieron a Warburg a la discusión académica. Apple dio con la pista, hizo un artículo para la revista de The New York Times y se encontró fascinado por la historia. No pudo dejarla, y al conocer las características personales de Warburg y los azares de sus circunstancias, comenzó este libro.

De los más de 100 científicos del Instituto Kaiser Wilhelm que el nazismo consideraba judíos —y 2.600 en el país, con distintos grados de asimilación, que emigraron para salvarse—, ¿por qué Warburg fue el único que ocupaba su silla cuando cayó Berlín? 

A partir de esa pregunta, Apple comenzó a reconstruir una historia en la que se mezclan la arrogancia del científico, la hipocondría de Hitler y las encrucijadas morales.

Warburg era una estrella en el cielo abigarrado que era la ciencia alemana antes del ascenso de Hitler: desde que se instituyó el premio Nobel, en 1901, hasta 1932, Alemania concentró un tercio de las distinciones. Dos de esos premiados, Einstein y Max Planck, eran amigos de su padre, Emil Warburg, uno de los físicos más importantes del país. Otro, Emil Fischer, fue su profesor de química. Él mismo recibiría el suyo dos años antes de la llegada de Hitler al poder, cuando ya era director del Instituto de Fisiología Celular, parte de la Sociedad Kaiser Wilhelm.

Aunque era Mischling (padre judío y madre protestante) y gay, Warburg logró trabajar sin problemas durante todo el nazismo. (Ravenous/Liveright)

Muchos de esos científicos eran judíos, y debieron abandonar su país; en 1937 Hitler decretó que ninguno de sus nacionales podía rebajarse al premio Nobel. La preeminencia científica de Alemania se desplazó hacia los países que recibieron a sus emigrados, principalmente los Estados Unidos.

Warburg, sin embargo, se mantuvo en su puesto, indiferente a la realidad. “No se preocupó particularmente por lo que le hacían a otras personas”, dijo Apple a The New York Jewish Week (NYJW) sobre su biografiado. “Estaba feliz sólo por estar en paz en su instituto. Trató de proteger a algunas personas: invitar a trabajar en su laboratorio a Hans Krebs y a otros famosos bioquímicos fue una manera de protegerlos. Había un tipo, Erwin Haas, a quien protegió porque valoraba su conocimiento científico, pero también hubo otro joven investigador judío al que despidió en 1933, aparentemente bajo presión”.

Según el testimonio de un primo, Warburg se preguntó cada día del nazismo si no debía irse. Pero no porque fuera un defensor los judíos perseguidos, aclaró el biógrafo: muchos de los emigrados, supo, no estaban a gusto en sus nuevos lugares. “Habían perdido todo el prestigio que tenían en Alemania”, siguió Apple. “Él se conocía y sabía que iba a ser desdichado si se marchaba. Se conocía lo suficiente como para saber que necesitaba su castillo para sentirse como un emperador”.

Así lo llamaban sus vecinos, “el emperador de Dahlem”, cuando lo veían pasar por el barrio junto a Heiss, siempre elegante y a paso firme en sus botas con espuelas. Su casa era una de las más fastuosas de la zona, con techos de más de cuatro metros de altura, un pasillo con baldosas de piedra, pisos de parquet y un espacio dedicado a su hobby: un establo y un área de equitación.

Él no se consideraba menos. “Se puede discutir si Walburg fue el bioquímico más grande de su tiempo, pero casi con certeza fue el más vanidoso de la historia”, escribió Apple.

“Como lo expresó un colega, si la arrogancia se midiera en una escala de 1 a 10, ‘Warburg clasificaría con 20′. Warburg estaba tan enamorado de sí mismo que en una ocasión rechazó salir en una fotografía con un grupo de científicos que él consideraba inferiores, y buena cantidad de los científicos de ese grupo eran ganadores del premio Nobel”.

Para el Reich, sin embargo, era un Mischling, y si bien el nazismo no libró esa pelea mientras se entronizaba, porque su reputación internacional era una clave en la acumulación de poder, una vez que se declaró la guerra los medio judíos y hasta un cuarto de judíos eran simplemente indeseables, y luego de la conferencia de Wannsee —donde se planeó la “solución final”, eufemismo por exterminio— en 1942 la situación de Warburg se volvió mucho más precaria. “Hitler odiaba especialmente a los Mischlinge porque eran la encarnación viva de lo que detestaba: la mezcla de judíos y arios”, recordó Apple a NYJW.


“Hitler odiaba especialmente a los Mischlinge porque eran la encarnación viva de lo que detestaba: la mezcla de judíos y arios”, recordó Sam Apple, autor de "Ravenous".

Warburg, como en una realidad paralela, prohibió la bandera y el saludo nazis en su instituto y no tenía adherentes a Hitler entre su personal. Cuando le solicitaron que diera fe de su origen ario en un formulario era a los efectos de obtener etanol, una sustancia regulada, para sus investigaciones; todo el episodio del desaire y la expulsión del funcionario de Hitler condujeron a una queja oficial ante el director de la Sociedad Kaiser Wilheim, Planck.

El físico, que había visto crecer a Warburg, lo citó en su oficina. “Para alguien completamente convencido de su propia grandeza, la idea de que una escoria nazi le dijera cuáles químicos podía ordenar y cuáles no era casi inconcebible”, escribió Apple. “Como le manifestó una vez a su hermana: ‘Yo estaba aquí antes de Hitler’”. El biógrafo especuló que Planck le dijo al hijo de su amigo que no se preocupara, porque sus pedidos de etanol serían formulados desde la Sociedad, pero que, en el futuro, fuera más tolerante con los enviados del Führer.

La explicación, según Ravenous, es que el cáncer, que crecía en los países occidentales desde el siglo XIX, era un temor nacional en Alemania y, sobre todo, una fijación personal de Hitler. Sus colaboradores más cercanos estaban convencidos de que sólo Warburg, en el mundo entero, estaba tan avanzado en el hallazgo de una cura.

“Hay una tremenda cantidad de pruebas de que Hitler estaba obsesionado con el cáncer más que con otras enfermedades”, dijo Apple a NYJW. “El cáncer ocupaba buena parte de la hipocondría de Hitler.

Constantemente hablaba sobre la investigación, presumía de teorías sin sentido sobre el cáncer y probaba un montón de terapias dietéticas. No tengo prueba clara de que Hitler estuviera directamente involucrado en el caso de Warburg, pero muchos elementos apuntan a eso”.

Hitler estaba obsesionado con el cánder y sus colaboradores más cercanos creían que Warburg, en el mundo entero, era el investigador más avanzado en el hallazgo de una cura. (Imagno/Getty Images)

Se sabe, además, que Hitler aludía al cáncer, en un recurso demagógico, como metáfora de los judíos, y en sus discursos y hasta en Mein Kampf mezclaba delirios y ciencia para explicar que el cáncer era el síntoma de la sociedad degenerada. “En el caso de Hitler, la conexión entre los judíos y el cáncer era más que una metáfora”, destacó Apple. “Era más bien una conexión literal dentro de su cabeza. Le preocupaba el cáncer y le preocupaban los judíos”.

Así, aunque no pudo ser profesor ni atraer a los científicos nazis para que colaborasen con él, por el desprestigio que podía contagiarles su condición de Mischling, Warburg trabajó en completa libertad durante toda la guerra —moriría en Alemania en 1970— y logró amar a otro hombre en las narices del Führer.

“Es asombroso que haya sobrevivido, no sólo como judío o Mischling sino también como alguien que muy claramente era homosexual”, comentó Apple a NYJW. “Él y su compañero vivían en la misma casa, viajaban juntos y eran inseparables. Está claro que en algún momento alguien lo denunció o escribió una carta a las autoridades acusándolo de homosexualidad, entre otros delitos. Pero del mismo modo que se negó a permitir que los nazis interfirieran con sus estudios científicos, no iba a permitir que alguien interfiriera con su estilo de vida”.

Si bien el acoso de algunos funcionarios nazi se intensificó, el 21 de junio de 1941 Warburg obtuvo una cita en la Cancillería, la sede del gobierno nazi en Berlín, y confirmó que podía seguir trabajando en el instituto siempre que se concentrara en la investigación del cáncer. Lo curioso es que ese día fue el comienzo de la invasión a la Unión Soviética, la Unternehmen Barbarossa: ¿quién en las altas esferas podía hacer que se concediera, en una jornada tan intensa, una entrevista a un científico que ni siquiera trabajaba en el proyecto atómico?

El día en que Alemania invadió la Unión Soviética, Warburg tuvo una cita en la sede del gobierno nazi en Berlín para confirmar la continuidad de sus investigaciones.

En 1943, para evitar los crecientes ataques aéreos, Warburg debió abandonar el edificio rococó y reubicó su laboratorio en la localidad de Liebenburg, en las afueras de Berlín. Al año siguiente, cuando fue nominado por segunda vez al Nobel, ni siquiera pestañeó, dada la prohibición que Hitler había impuesto al premio para los alemanes. Así terminó la Segunda Guerra Mundial y Warburg seguía saciando el apetito voraz de energía de las células malignas, y el suyo de gloria.

“Que las células cancerosas por lo general consumen enormes cantidades de glucosa y fermentan buena parte de ella es algo que fue confirmado por otros científicos en las décadas siguientes a que Warburg hiciera su descubrimiento. Sin embargo, en la década del cincuenta algunos científicos rechazaron la explicación que Warburg daba al fenómeno”, contó Apple.

 

Mientras el emperador vociferaba ofendido en esos debates, porque creía que lo único importante de la oncología de los años recientes era su trabajo, “en 1953 James Watson y Francis Crick, a partir de la investigación de Rosalind Franklin, descifraron la estructura del ADN y abrieron la nueva era de la biología molecular”.

La idea de hambrear a las células malignas para combatir el cáncer se hizo a un lado: la enfermedad podía deberse a mutaciones genéticas y por lo tanto debía tener una solución en el nivel de los cromosomas.

Warburg se volvió cada vez menos sociable y cada vez más excéntrico, aunque se mantuvo como director del Kaiser Wilhelm, renombrado Instituto Max Planck, hasta su muerte. Pasó sus últimos años obstinado en cumplir una dieta estrictamente orgánica, al punto que llevaba sus propios alimentos a los restaurantes para que se los preparasen.

Otto Warburg en el Instituto Nacional de Salud de EEUU con el argentino Bernardo Houssay (centro) y Rollo Dyer, director de la institución.

A fines de la década de 1990, a casi 30 años de la muerte de Warburg, la cura genética del cáncer seguía sin aparecer y varios científicos volvieron a pensar en alternativas de tratamientos, entre ellas el metabolismo de las células. The Hub, publicación de la Universidad Johns Hopkins, recordó que uno de ellos, Chi Van Dang, parte de su profesorado, redescubrió la importancia de la obra de Warburg.

“Basándose en investigaciones anteriores, Dang y otros llegaron a la conclusión de que las células cancerosas son adictas a los nutrientes y, a diferencia de las células sanas, carecen de mensajes internos para conservar recursos cuando no hay comida disponible. Sin su fuente de energía, pueden morir”, explicó The Hub.

“Dan volvió a conectar su investigación a los estudios precursores de Warburg sobre las enzimas y el papel que el metabolismo celular podría cumplir en el surgimiento del cáncer. Comenzó a investigar la obra del bioquímico alemán más detalladamente”, completó el artículo.

Otros retomaron también aquel camino.

Y resultó que la cuestión genética y la metabólica no se excluían a la hora de decidir adónde van los recursos de la investigación: “Una cantidad de las mismas mutaciones genéticas que hacen que una célula se divida sin límite también hacen que una célula coma sin limitaciones”, resumió Apple. “Hacia 2010 el redescubrimiento del enfoque metabólico del cáncer que hizo Warburg había llevado a resurgimiento por todo lo alto, con nuevas conferencias científicas, nuevas drogas destinadas a privar a los cánceres de los nutrientes que necesitan para crecer y miles de publicaciones académicas”.

El cáncer, argumentan hoy los científicos, es una enfermedad genética, pero consiste en una transformación genética que no se puede comprender aparte de la transformación metabólica. Thomas Sefried, biólogo de Boston College, es uno de esos investigadores, y sintetizó a Apple su parecer sobre la hipótesis de Warburg: “Descubrimos que el hijo de puta tenía razón”.


martes, 2 de febrero de 2021

 



Dr. Max Saráchaga, director médico de Amgen México

Cd. de México (2 febrero 2021).- Como cada año, el próximo 4 de febrero se conmemora el Día Mundial de la Lucha contra el Cáncer, que tiene como objetivo aumentar la conciencia sobre este padecimiento, que año con año incrementa su incidencia y mortalidad. De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), en 2020 el cáncer provocó 9.9 millones de muertes¹ y más de 19 millones de nuevos casos a nivel mundial², y ha pronosticado que para el año 2040 el número de pacientes que sufrirán de esta enfermedad incrementará 156 por ciento, lo que se traduce en 30.2 millones de personas ³.

En México, los datos brindados por la OMS no son alentadores, pues durante 2020 se registraron más de 195 mil casos nuevos, siendo el cáncer de mama el número uno de incidencia con más de 29 mil casos, seguido por el cáncer de próstata con 26 mil casos registrados y en tercer lugar el cáncer colorrectal con casi 15 mil casos.

El cáncer es la tercera causa de muerte en nuestro país, y durante 2020 cobró la vida de más de 90 mil personas⁶, siendo el cáncer de mama el más letal, seguido por el cáncer colorrectal y el cáncer de próstata. Sin embargo, es importante recalcar que tanto los pacientes como los médicos, no sólo deben enfocarse en el tratamiento de la enfermedad, sino también poner especial atención en las complicaciones del tratamiento del cáncer, como la anemia, la neutropenia y las complicaciones óseas; ya que si estos padecimientos no son tratados adecuadamente pueden afectar la calidad de vida del paciente, así como retrasar o suspender su tratamiento contra el cáncer.

Para los pacientes con cáncer, existen ciertos factores que aumentan las posibilidades de desarrollar anemia (recuento bajo de glóbulos rojos), los cuales pueden incluir que el paciente esté bajo un régimen de quimioterapia basada en platino y que padezcan cáncer de pulmón u ovario. Mientras que la neutropenia (recuento bajo de un tipo de glóbulos blancos: neutrófilos), es una condición frecuente en pacientes oncológicos que aumenta el riesgo y la gravedad de infecciones bacterianas y micóticas, ambos padecimientos arriesgan la continuidad y eficacia del tratamiento contra el cáncer.

Por ello la importancia de atenderlas adecuadamente. Tanto la anemia como la neutropenia son tratables si el médico incluye terapias de soporte, como los agentes estimulantes de eritropoyesis (tratamiento contra la anemia) o factores estimulantes de colonias (tratamiento contra la neutropenia) en el régimen primario contra el cáncer, es probable que se disminuya la posibilidad de que el paciente pueda desarrollarlas; claro, esto dependerá del diagnóstico y el estado físico del paciente.

Por último, tenemos los eventos óseos (SRE´s, por sus siglas en inglés), que son trastornos del hueso  que se generan a partir de la presencia de metástasis óseas⁹; los SER's impactan negativamente la calidad de vida y la tasa de supervivencia del paciente, además generan complicaciones que se traducen en un incremento en el costo del manejo de la enfermedad, ya que se requieren de mayores recursos para disminuir el dolor, tales como radioterapia, administración de analgesia y procedimientos quirúrgicos ¹⁰.

Es importante destacar que ciertos tipos de tumores sólidos, como el cáncer de mama, próstata, pulmón, tiroides y riñón, tienen más probabilidades de diseminarse a los huesos; sin embargo, cualquier tumor de gran tamaño y que ya tenga presencia en ganglios linfáticos, también puede diseminarse a los huesos¹¹.

En Amgen, nuestra misión es servir a los pacientes, y continuamos esforzándonos para desarrollar no sólo tratamientos innovadores contra diferentes tipos de cáncer, sino también terapias de soporte en el tratamiento de éste, que pueden ayudar a mejorar la vida y el pronóstico de los pacientes. Para nosotros es sumamente importante que los y las pacientes continúen hablando con su médico, no importando si es vía telefónica o por videoconferencia y que, a pesar de la pandemia por COVID-19, no dejen su tratamiento por ningún motivo.

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1. International Agency for Research on Cancer, World Health Organization. Estimated number of deaths in 2020, worldwide, both sexes, all ages.Consultado el 19 de enero 2021 desde: https://gco.iarc.fr/today/deaths
2. International Agency for Research on Cancer, World Health Organization. Estimated number of new cases in 2020, worldwide, both sexes, all ages.Consultado el 19 de enero 2021 desde: https://gco.iarc.fr/today/online-newcases
3. International Agency for Research on Cancer, World Health Organization. Estimated number of new cases from 2020 to 2040, both sexes, age <0-85+>, all cancers. Consultado el 19 de enero 2021 desde: https://gco.iarc.fr/tomorrow/en/dataviz/isotype
4. International Agency for Research on Cancer, World Health Organization. Estimated number of new cases in 2020, Mexico, both sexes, all ages.Consultado el 19 de enero 2021 desde: https://gco.iarc.fr/today/online-Mexico
5. Juntos contra el Cáncer. Panorama del Cáncer en México. Consultado el 1 de diciembre 2020 desde: http://juntoscontraelcancer.mx/panorama-del-cancer-en-mexico/
6. International Agency for Research on Cancer, World Health Organization. Estimated number of deaths in 2020, Mexico, both sexes, all ages.Consultado el 20 de enero 2021 desde: https://gco.iarc.fr/today/online-anMexico
7. Niveles bajos de glóbulos rojos (anemia). American Cancer Society. Consultado el 1 diciembre 2020 desde: https://www.cancer.org/es/tratamiento/tratamientos-y-efectos-secundarios/efectos-secundarios-fisicos/recuentos-sanguineos-bajos/anemia.html
8. Sobrevilla Calvo, Pedro de Jesús., et., al., Neutropenia inducida por quimioterapia: el punto de vista del oncólogo. Gaceta Mexicana de Oncología. Volumen 15, Noviembre-diciembre 2016, Pages 344-349. Consultado el 1 diciembre 2020 desde: https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S1665920116300876
9. Erazo Valle, Aura Eventos relacionados con el esqueleto (EREs) coligado con el tratamiento del cáncer Revista de Especialidades Médico-Quirúrgicas, vol. 10, núm. 2, mayo-agosto, 2005, pp. 4-5 Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado Mexico, México
10. Erazo Valle, Aura Eventos relacionados con el esqueleto (EREs) coligado con el tratamiento del cáncer Revista de Especialidades Médico-Quirúrgicas, vol. 10, núm. 2, mayo-agosto, 2005, pp. 4-5 Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado Mexico, México
11. Bone Metastases Overview. American Cancer Society. 2011
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jueves, 1 de octubre de 2020

4TBone elimina apoyos a las personas con cancer

Hemos escrito continuamente que el gobierno de AMLO tiene raices nazis

Desmantelan fondo para tratar cáncer

  • Diputados opositores reclamaron ayer en San Lázaro por el recorte al presupuesto y a fideicomisos, durante la comparecencia del Secretario de Hacienda, Arturo Herrera. Foto: Óscar Mireles
Natalia Vitela
Cd. de México (01 octubre 2020).- El Fondo de Gastos Catastróficos, al que se asignaban recursos etiquetados para la atención de cáncer y otras enfermedades costosas en los Estados, fue desmantelado en el actual Gobierno.

Ahora, ya con menos recursos, será desaparecido en el paquete de fideicomisos del que el Gobierno de la 4T podrá disponer para sus programas sociales.

Dicho fondo pertenecía al extinto Seguro Popular. Según estimaciones de especialistas tenía 70 mil millones de pesos al concluir el sexenio de Enrique Peña. A inicios del 2020 habría 30 mil millones disponibles. El Gobierno federal lo habría utilizado en la emergencia del Covid.

Esa partida garantizaba recursos para servicios médicos de alta especialidad y alto costo, y su propósito era que no se pusiera en riesgo la vida y el patrimonio familiar en 66 padecimientos, como cáncer de mama, cáncer cervicouterino, cáncer en niños y adolescentes, trasplante de médula ósea, trastornos quirúrgicos y congénitos, entre otros.

Antes de desaparecerlo formalmente ya lo habían desmantelado y ya se había puesto en riesgo la atención de niños y mujeres con cáncer y pacientes sin seguridad social, advirtió Octavio Gómez-Dantés, investigador del Instituto Nacional de Salud Pública.

"La alternativa es la muerte o que los gastos agudicen la pobreza", señaló.

La pasada administración federal dejó casi 70 mil millones de pesos en ese fondo.

"No sabemos realmente cuánto del dinero del fondo se fue, si es que se fue, a los estados que firmaron el acuerdo con el Insabi. A principios de 2020, se hablaba de que todavía quedaban en el fondo alrededor de 40 mil millones de pesos", agregó.

El martes pasado, cuando la fracción de Morena en la Cámara de Diputados propuso su extinción, se calculó que aún dispondría de 30 mil millones de pesos.

Desde la creación del Seguro Popular, el 8 por ciento de su presupuesto anual se iba a ese fondo.

Sofía Charvel, directora del Programa de Derecho y Salud Pública del ITAM, aseguró que gran parte del fondo se usó para enfrentar la pandemia.

"Por la llegada de Covid se tuvo que utilizar gran parte del dinero del Fondo (de Gastos Catastróficos) para reconvertir hospitales y comprar insumos. Como no hay reglas de operación, hay poca claridad de lo que sigue al respecto", advirtió la especialista.

 

miércoles, 22 de julio de 2020

AMLO MALO con niños con cáncer

https://latinus.us/2020/07/21/nunca-falto-medicamento-ahora-hospital-dice-debemos-comprarlo/

“Nunca nos faltó medicamento, ahora el hospital dice que debemos comprarlo”

Por Ana Lucía Hernández
En tres años, Matías no ha bajado la guardia. En 2017 le diagnosticaron cáncer cerca del tallo cerebral. Después de un año de quimioterapias y 35 radioterapias, ahora se encuentra en vigilancia. Los médicos aseguran que la etapa más peligrosa ya terminó y que es tiempo de atender las secuelas.
Debido al tratamiento tan agresivo, Matías dejó de producir la hormona de crecimiento. Tiene 11 años y la talla de un niño de ocho. Para recuperarse, los médicos del Instituto Nacional de Pediatría le recetaron una inyección que deben aplicarle todos los días durante aproximadamente dos años. El problema es que cada caja de hormona de crecimiento puede llegar a costar hasta 12 mil pesos y el Instituto no la surte.
“Me explicaron lo que iba a reactivar en el cuerpo de mi hijo para que no se quede el resto de su vida de un metro con 40 centímetros. No sólo se trata de un tema estético, hay complicaciones al interior por no lograr un desarrollo total de los órganos. Esta hormona es tan delicada que no se puede suministrar en cualquier momento, tiene que ser en cierto momento vinculado a la edad y a la condición de salud de la persona”, explica Ulises Martell, papá de Matías.
Desde hace tres meses él compra la hormona, no sabe cuánto tiempo más podrá cubrir el gasto: “vendí mis coches, vendí mi televisor, vendí mi computadora, me puse a trabajar en parques de la Ciudad de México vendiendo mis productos. Le he pedido prestado a todas las personas que conozco en este momento de mi vida, he salido a redes sociales a suplicar ayuda”, asegura en entrevista con Latinus.
Dos cajas le duran a Matías aproximadamente mes y medio. “Es un bombardeo de gastos impresionante… no hay palabras, te mata la enfermedad o te matan los costos tratando de salvar a tu paciente”. Asegura que en el Instituto Nacional de Pediatría nunca le habían negado algún medicamento.
Dos cajas le duran a Matías aproximadamente mes y medio. “Es un bombardeo de gastos impresionante… no hay palabras, te mata la enfermedad o te matan los costos tratando de salvar a tu paciente”. Asegura que en el Instituto Nacional de Pediatría nunca le habían negado algún medicamento.
“Siempre en el Instituto Nacional de Pediatría encontramos a los médicos especialistas, si no había un aparato ellos lo mandaban traer, lo conseguían. Jamás tuvimos, al menos nosotros, un problema de desabasto de medicamento y ahora nos dicen que lo tenemos que comprar”, agrega.

Todo empezó con un dolor de cabeza

Matías vive en Cuautitlán Izcalli, Estado de México. Los primeros médicos que lo atendieron intentaron reducir el persistente dolor de cabeza, al final concluyeron que debía ser llevado al Instituto Nacional de Pediatría lo antes posible.
“Los médicos nos dijeron que nos fuéramos de inmediato y nos extendieron una carta para que pudieran recibir a mi hijo en la zona de urgencias. Para la tarde noche día de ese mismo día el resultado fue que mi hijo tenía un meduloblastoma en fosa posterior a milímetro y medio del tallo cerebral. Un tumor lleno de células cancerígenas que ponían en riesgo la vida de mi hijo”, recuerda Ulises Martell.
Matías entró tres veces a quirófano. La primera vez, para que le colocaran una válvula que ayudara a drenar el exceso de líquido que le provocaba hidrocefalia. La segunda, cuando rechazó la válvula y una vez más, cuando le quitaron parte del tumor.
“Logran quitarle 70% del tumor, el otro 30% se queda adentro por la cercanía con el tallo cerebral que ahí lo médicos no se meten. Y bueno, pues vinieron quimioterapias, radioterapias, siempre nos resolvió el Seguro Popular tuvimos todo para enfrentar esta batalla”, señala.
“Esta experiencia de vida que ha enfrentado mi hijo desde hace tres años le ha dado un nivel de sensibilidad y de madurez impresionante. Cuando tenemos que ir al hospital, desde una noche antes, preparara una maletita donde lleva sus cosas para entretenerse. Nosotros le decimos que es un niño perfectamente normal, que está enfrentado un reto monumental y que a base de fuerza, paciencia y carácter lo va a superar”, dijo para Latinus.
Ulises afirma que hará lo imposible por cumplir con los dos años de tratamiento, seguirá con el negocio que tiene con su esposa, tocará puertas de organizaciones y seguirá pidiendo ayuda a través de redes sociales para que a Matías no le haga falta nada.