viernes, 15 de noviembre de 2013

Celulares y cancer

En México hay epidemia de esta terrible enfermedad, los médicos en nuestra UNAM desarrollan enormes esfuerzos para dilucidar y combatir esto, que creemos fue originado en Fort Detrick de Maryland, considerado el Think Tank de las guerras biológicas, a un lado se encuentra el Instituto Nacional del Cáncer en los Estados Unidos, en  México pensamos también que esto tiene que ver con el MTBE que traen las gasolinas importadas de Deer Park en Houston, donde desde 1994, Carlos Salinas (tenia que ser el duende malvado de Agualeguas), creó PMI o Pemex International que hizo un convenio de coinversión entre PEMEX y la Shell (de las reinas de Inglaterra y Holanda), el MTBE está prohibido en Los Ángeles y Nueva York, precisamente por concerigeno y aquí como si nada, y la UNAM, con los doctores de rectores han dejado que el PET-Ciclotron, que es medicina nuclear, se instale en el campus universitario irradiando cáncer a trabajadores, estudiantes, transeúntes, médicos y enfermeras, maldita sea la corrupción que todo lo contamina, Carlos Slim, el hombre mas rico del mundo, debería de entregar el 30% de su riqueza malhabida a una Fundación contra el cáncer, pero manejado por la sociedad enterada, el sector medico, y una asociación sin fines de lucro que la administrara

Teléfonos celulares y el riesgo de cáncer

http://www.cancer.gov/espanol/recursos/hojas-informativas/riesgo-causas/telefonos-celulares

Puntos clave

  • Los teléfonos celulares emiten energía de radiofrecuencia, una forma de radiación electromagnética no ionizante, que puede ser absorbida por los tejidos que están más cerca de donde se sujeta el teléfono.
  • La cantidad de energía de radiofrecuencia a la que se expone el usuario del teléfono celular depende de la tecnología del teléfono, de la distancia entre la antena del teléfono y el usuario, del grado y tipo de uso y de la distancia que hay entre el usuario y las torres de señal.
  • Hasta ahora, los estudios no han revelado una relación firme entre el uso de los teléfonos celulares y los cánceres de cerebro, de nervios o de otros tejidos de la cabeza o del cuello. Es necesario llevar a cabo más estudios debido a que la tecnología de telefonía celular y el modo como las personas usan los teléfonos celulares han estado cambiando con rapidez.
  1. ¿Por qué hay preocupación de que los teléfonos celulares puedan causar cáncer u otros problemas de salud?

    Existen tres razones principales por las que la gente se preocupa de que los teléfonos celulares (también llamados teléfonos “inalámbricos” o “móviles”) puedan causar ciertos tipos de cáncer u otros problemas de salud:
    • Los teléfonos celulares emiten energía de radiofrecuencia (ondas de radio), una forma de radiación no ionizante. Los tejidos que están más cerca de donde se sujeta el teléfono pueden absorber esta energía.
    • El número de usuarios de teléfonos celulares ha aumentado rápidamente. De acuerdo a la Asociación de Telecomunicaciones Celulares e Internet (Cellular Telecommunications and Internet Association), para el año 2010, había más de 303 millones de personas suscritas a servicios de teléfonos celulares en Estados Unidos. Este es un aumento de casi tres veces los 110 millones de usuarios que había en el año 2000. A nivel mundial, la Unión Internacional de Telecomunicaciones calcula que la cifra de personas suscritas a servicios de teléfonos celulares es de 5 mil millones.
    • Con el tiempo, el número de llamadas diarias con teléfonos celulares, la duración de cada llamada y la cantidad de tiempo que las personas usan dichos teléfonos han aumentado. La tecnología de teléfonos celulares ha experimentado cambios considerables.
  2. ¿Qué es la energía de radiofrecuencia y cómo afecta al cuerpo?

    La energía de radiofrecuencia es una forma de radiación electromagnética. La radiación electromagnética se puede clasificar en dos tipos: ionizante (p. ej., los rayos X, el radón y los rayos cósmicos) y no ionizante (p. ej., la radiofrecuencia, la frecuencia sumamente baja o la frecuencia eléctrica).
    Se sabe que la exposición a la radiación ionizante, como la de radioterapia, aumenta el riesgo de cáncer. Sin embargo, aunque muchos estudios han examinado los posibles efectos para la salud de la radiación no ionizante procedente de radares, de hornos de microondas y de otras fuentes, actualmente no existe evidencia firme de que la radiación no ionizante aumenta el riesgo de cáncer (1).
    El único efecto biológico de la energía de radiofrecuencia que se conoce es el calentamiento. La capacidad de los hornos de microondas para calentar los alimentos es un ejemplo de este efecto de la energía de radiofrecuencia. La exposición a la radiofrecuencia emitida al usar un teléfono celular causa calentamiento; sin embargo, no es suficiente para aumentar la temperatura del cuerpo en forma que se pueda medir.
    Un estudio reciente mostró que cuando una persona usaba un teléfono celular durante 50 minutos, los tejidos del cerebro del mismo lado de la cabeza donde estaba la antena del teléfono transformaban, por metabolismo, más glucosa que los tejidos del lado opuesto del cerebro (2). Los investigadores advirtieron que estos resultados son iniciales y que los posibles resultados para la salud de este aumento en el metabolismo de glucosa todavía se desconocen.
  3. ¿Cómo se mide la exposición a la energía de radiofrecuencia en los estudios epidemiológicos?

    El grado de exposición a la radiofrecuencia se calcula indirectamente usando la información de entrevistas o de cuestionarios. Estas medidas incluyen los siguientes aspectos:
    • Con qué “regularidad” los participantes del estudio usan teléfonos celulares (el número mínimo de llamadas por semana o por mes).
    • La edad y el año cuando los participantes del estudio usaron por primera vez un teléfono celular y la edad y el año que lo usaron por última vez (permite calcular la duración y el tiempo desde el principio del uso).
    • El número promedio de llamadas de teléfono celular por día, por semana o por mes (frecuencia)
    • La duración promedio de una llamada típica del celular
    • El número total de horas de uso en lo que llevan de vida, calculado por la duración de una llamada típica, por la frecuencia del uso y por el tiempo de uso.
  4. ¿Qué han mostrado las investigaciones sobre los posibles efectos causantes de cáncer de la energía de radiofrecuencia?

    Aunque ha habido cierta preocupación de que la energía de radiofrecuencia procedente de los teléfonos celulares que se colocan cerca de la cabeza pueda afectar al cerebro y a otros tejidos, a la fecha no hay evidencia de los estudios de células, de animales o de humanos de que la energía de radiofrecuencia pueda causar cáncer.
    Generalmente se considera que para que se forme el cáncer es necesario que haya daño al ADN. Sin embargo, la energía de radiofrecuencia, a diferencia de la radiación ionizante, no causa daño al ADN en las células, y no se ha encontrado evidencia de que cause cáncer en los animales ni que aumente los efectos carcinogénicos de sustancias carcinógenas conocidas en animales (35).
    Los investigadores han llevado a cabo varios tipos de estudios epidemiológicos para investigar la posibilidad de que exista una relación entre el uso de teléfonos celulares y el riesgo de tumores cerebrales malignos (cancerosos), tales como gliomas, así como tumores benignos (no cancerosos), como neuromas acústicos (tumores en las células del nervio responsable de la audición), la mayoría de los meningiomas (tumores en las meninges, las cuales son membranas que cubren y protegen el cerebro y la médula espinal), y los tumores de glándula parótida (tumores en las glándulas salivales) (6).
    En un tipo de estudio, llamado estudio de casos y controles, se compara el uso de teléfonos celulares por personas con estos tipos de tumores y por personas que no tienen dichos tumores. En otro tipo de estudio, llamado estudio de cohortes, se hace el seguimiento a un grupo grande de personas por un tiempo determinado y se compara el índice de estos tumores entre las personas que usaron teléfonos celulares y las que no los usaron. Los datos de incidencia de cáncer pueden analizarse también por un tiempo para ver si los índices de cáncer cambiaron en las poblaciones grandes durante el periodo en que el uso de teléfonos celulares aumentó drásticamente. Los resultados de estos estudios, por lo general, no han proporcionado evidencia clara de una relación entre el uso de los teléfonos celulares y el cáncer; no obstante, ha habido hallazgos estadísticamente significativos en determinados subgrupos de personas.
    A continuación se resumen las conclusiones de estudios específicos de investigación:
    • El Estudio Interphone, llevado a cabo por un consorcio de investigadores de 13 países, es el más grande estudio de casos y controles de salud sobre el uso de teléfonos celulares y los tumores de cabeza y de cuello. Los análisis más publicados de este estudio no han revelado aumentos estadísticamente significativos en los cánceres de cerebro o del sistema nervioso central que estén relacionados con un mayor uso de teléfonos celulares. Un análisis reciente mostró un aumento estadísticamente significativo, aunque moderado, en el riesgo de glioma en la proporción pequeña de participantes del estudio quienes pasaron más tiempo total en llamadas de teléfonos celulares. Sin embargo, los investigadores consideraron este hallazgo como no concluyente porque sintieron que el grado de uso reportado por algunos participantes no era probable y que los participantes que reportaron grados más bajos de uso al parecer tenían un menor riesgo de cáncer de cerebro comparados con gente que no usó teléfonos celulares regularmente (79). Otro estudio reciente del grupo no encontró relación entre el sitio de los tumores de cerebro y las regiones del cerebro que estuvieron expuestas a concentraciones más altas de energía de radiofrecuencia procedente de los teléfonos celulares (10).
    • Un estudio de cohortes en Dinamarca relacionó la información de facturación de más de 358 000 suscriptores de teléfono celular con los datos de incidencia de tumores de cerebro del Registro Danés de Cáncer. El análisis no encontró relación entre el uso de teléfonos celulares y la incidencia de glioma, de meningioma o de neuroma acústico, ni siquiera entre personas que habían estado suscritos a teléfonos celulares durante 13 años o más (1113).
    • El estudio prospectivo del Millón de Mujeres en el Reino Unido encontró que el uso de teléfonos celulares reportado por los mismos usuarios no estuvo asociado con un riesgo mayor de glioma, de meningioma o con tumores que no son del sistema nervioso central. Los investigadores encontraron que el uso de teléfonos celulares durante más de 5 años estaba relacionado con un riesgo mayor de neuroma acústico y que el riesgo de estos tumores aumentaba con una mayor duración del uso de teléfonos celulares (14). Sin embargo, la incidencia de estos tumores en hombres y mujeres del Reino Unido no aumentó de 1998 a 2008, aun cuando el uso de teléfonos celulares aumentó dramáticamente en esa década (14).
    • Un estudio inicial de casos y controles en Estados Unidos no pudo demostrar una relación entre el uso de teléfonos celulares y gliomas o meningiomas (15).
    • Algunos estudios de casos y controles en Suecia encontraron tendencias estadísticamente significativas de un mayor riesgo de cáncer de cerebro para el grado total de uso de teléfonos celulares y los años de uso entre quienes comenzaron a usar esos teléfonos antes de los 20 años de edad (16). Sin embargo, otro estudio grande de casos y controles en Suecia no encontró un mayor riesgo de cáncer de cerebro en gente de 20 a 69 años de edad (17). Además, el estudio internacional CEFALO, el cual comparó a niños que fueron diagnosticados con cáncer de cerebro de 7 a 19 años de edad con niños similares sin ese diagnóstico, no encontró relación entre su uso de teléfonos celulares y el riesgo de cáncer de cerebro (18).
    • El Programa del Instituto Nacional del Cáncer (NCI) de Vigilancia, Epidemiología y Resultados Finales (SEER), el cual da cuenta de la incidencia del cáncer en Estados Unidos, no encontró un aumento en la incidencia de los cánceres de cerebro o de otros cánceres del sistema nervioso central entre 1987 y 2007, pese al aumento drástico en el uso de teléfonos celulares en este país durante ese periodo (1920). Del mismo modo, los datos de incidencia de Dinamarca, Finlandia, Noruega y Suecia para el periodo de 1974 a 2008 no indicaron un incremento en la incidencia, ajustada a la edad, de tumores de cerebro (2122). Un estudio del año 2012 llevado a cabo por investigadores del NCI, el cual comparó los índices observados de incidencia de glioma en SEER con los índices pronosticados con base en los riesgos observados en el estudio Interphone (8), encontró que los índices pronosticados estaban de acuerdo con los índices observados en EE. UU. Los investigadores compararon también los índices de SEER con los índices pronosticados basándose en un estudio Sueco publicado en 2011 (16). Ellos determinaron que los índices pronosticados eran al menos 40% más altos que los índices reales de EE. UU, e incompatibles con ellos.
    • Estudios de trabajadores expuestos a energía de radiofrecuencia no han mostrado una evidencia de mayor riesgo de tumores de cerebro entre los técnicos electrónicos, los técnicos de aviación, o los técnicos de control de incendios de la Marina de EE. UU., o quienes trabajan en un programa de prueba de pulsos electromagnéticos, en obreros de fábricas de utensilios de plástico, en obreros fabricantes de teléfonos celulares o en el personal de la Marina que presenta una alta probabilidad de exposición al radar (6).
  5. ¿Por qué no concuerdan los resultados de distintos estudios sobre el uso de teléfonos celulares y el riesgo de cáncer?

    Un número limitado de estudios han mostrado cierta evidencia de asociación estadística del uso de teléfonos celulares y los riesgos de tumores de cerebro, pero la mayoría de los estudios no han encontrado una asociación. Las razones de estas discrepancias son las siguientes:
    • El sesgo de memoria, el cual puede ocurrir cuando un estudio recopila datos sobre hábitos y exposiciones pasados por medio de cuestionarios administrados después de haberse diagnosticado la enfermedad en algunos de los participantes del estudio. Es posible que los participantes del estudio que tienen tumores de cerebro recuerden su uso del teléfono celular de modo diferente a las personas sin esos tumores. Muchos estudios epidemiológicos del uso de teléfonos celulares y del riesgo de cáncer de cerebro carecen de datos verificables acerca del grado total del uso de teléfonos celulares en un determinado tiempo. Además, las personas que presentan tumores de cerebro quizás tengan una tendencia a recordar haber usado su celular en el mismo lado de la cabeza donde se encontró el tumor, independientemente de si realmente usaron su celular de ese lado de la cabeza mucho tiempo o solo un poco.
    • Informe inexacto, el cual puede suceder cuando las personas dicen que algo ha ocurrido con mayor o menor frecuencia de lo que realmente fue. La gente puede no recordar cuánto usó los teléfonos celulares en un periodo determinado de tiempo.
    • Morbilidad y mortalidad entre los participantes del estudio que tienen cáncer de cerebro. Por ejemplo, los gliomas son particularmente difíciles de estudiar debido a su alto índice de mortalidad y a la corta supervivencia de las personas que presentan estos tumores. Los pacientes que sobreviven al tratamiento inicial, frecuentemente, quedan discapacitados, lo cual puede afectar sus respuestas a las preguntas.  Además, en el caso de las personas que han muerto, sus parientes más cercanos, por lo general, están menos familiarizados con los patrones de uso del celular de su familiar fallecido, y es probable que no describan dichos patrones con precisión durante una entrevista.
    • Sesgo de participación, lo cual puede ocurrir cuando las personas diagnosticadas con tumores de cerebro tienen más probabilidad que las personas sanas (las cuales son el grupo de control de inscribirse en un estudio de investigación. Además, los participantes controles que no usaron celulares o que rara vez lo hicieron tenían menos probabilidad de participar en el estudio Interphone que los participantes controles que usaron teléfonos celulares de manera regular. Por ejemplo, el estudio Interphone reportó índices de participación de 78% para pacientes con meningioma (en una escala de 56 a 92% para los estudios individuales), 64% para los pacientes con glioma (escala de 36 a 92%) y 53% para los pacientes de control (escala de 42 a 74%) (9). Una serie de estudios suecos reportó índices de participación de 85% de personas con cáncer de cerebro y de 84% en participantes de control (17).
    • Tecnología y métodos de uso en cambio constante. Los estudios más viejos evaluaron la exposición a la energía de radiofrecuencia emitida por teléfonos celulares análogos. Sin embargo, la mayoría de los teléfonos celulares actuales usan tecnología digital, la cual opera a una frecuencia diferente y a un nivel menor de electricidad que los teléfonos análogos. Los teléfonos celulares digitales han estado en uso durante más de una década en Estados Unidos, y la tecnología celular continúa cambiando (6). Los mensajes de texto, por ejemplo, se han convertido en una forma popular de usar el teléfono celular para comunicarse que no requiere acercar el teléfono a la cabeza. Además, el uso de la tecnología que no requiere del uso de las manos, como los auriculares con cable e inalámbricos, es cada vez mayor y puede reducir la exposición de la cabeza y del cerebro a la energía de radiofrecuencia.
  6. ¿Cuáles son las conclusiones de las organizaciones de expertos?

    La Oficina Internacional de Investigación de Cáncer Notificación de salida (International Agency for Research on Cancer, IARC), componente de la Organización Mundial de la Salud, ha clasificado recientemente los campos de radiofrecuencia como “posibles carcinógenos para los seres humanos”, basándose en la evidencia limitada de estudios de la energía de radiofrecuencia y cáncer en roedores y en la escasa evidencia mecanicista (de estudios de genotoxicidad, de efectos sobre la función del sistema inmunitario, expresión de genes y de proteínas, de la señalización celular, del estrés oxidativo y de la apoptosis, junto con estudios de los posibles efectos de la energía de radiofrecuencia en la barrera hematoencefálica).
    La Sociedad Americana Contra El Cáncer (American Cancer Society, ACS) afirma que la clasificación de la IARC significa que podría haber cierto riesgo asociado con el cáncer, pero que la evidencia no es lo suficientemente sólida como para ser considerada como causal y necesita investigarse ulteriormente. Las personas que estén preocupadas por la exposición a la radiofrecuencia pueden limitar su exposición; incluso pueden usar auriculares y limitar el uso de teléfonos celulares, especialmente en los niños.
    El Instituto Nacional de Ciencias de Salud Ambiental, (National Institute of Environmental Health Sciences, NIEHS) afirma que el peso de la evidencia científica actual no ha encontrado una relación concluyente entre el uso del teléfono celular y algún problema de salud adverso, no obstante es necesario investigar más.
    La Administración de Alimentos y Drogas de EE. UU. (FDA), la cual es responsable de regular la seguridad de máquinas y dispositivos que emiten radiación (incluso los teléfonos celulares), indica que no se han podido repetir los estudios que reportan cambios biológicos asociados con la energía de radiofrecuencia y que la mayoría de los estudios epidemiológicos con seres humanos han fallado en mostrar una relación entre la exposición a la energía de radiofrecuencia emitida por los teléfonos celulares y los problemas de salud.
    Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de EE. UU. (CDC) afirman que, aunque algunos estudios han planteado preocupaciones acerca de los posibles riesgos del uso de teléfonos celulares, la investigación científica en general no apoya una asociación estadísticamente significativa entre el uso de los teléfonos celulares y los efectos para la salud.
    La Comisión Federal de Comunicaciones (FCC) concluye que no hay evidencia científica que compruebe que el uso de teléfonos inalámbricos puede resultar en cáncer o en otros problemas de salud, como dolores de cabeza, mareos o amnesia.
  7. ¿Qué estudios hay en curso que ayuden a ampliar nuestro entendimiento de los efectos del uso de teléfonos celulares para la salud?

    Un estudio prospectivo de cohortes a gran escala sobre el uso de los teléfonos celulares y de sus posibles efectos para la salud a largo plazo comenzó en Europa en marzo de 2010. Este estudio, conocido como COSMOS Notificación de salida, ha inscrito hasta la fecha aproximadamente a 290 000 usuarios de teléfonos celulares de 18 años de edad o más y los seguirá observando durante 20 o 30 años.
    Los participantes en COSMOS completarán un cuestionario acerca de su salud, de su estilo de vida y de su uso presente y pasado de teléfonos celulares. Esta información será complementada con la información de expedientes de salud y de las compañías de teléfonos celulares.
    El desafío de este ambicioso estudio es continuar observando a los participantes en una gama de efectos de salud durante varias décadas. Los investigadores deberán determinar si los participantes que se retiran del estudio son, de alguna manera, diferentes a quienes se quedan por todo el transcurso del periodo de seguimiento.
    Otro estudio ya en curso es un estudio de casos y controles llamado Mobi-Kids, el cual incluirá a 2000 jóvenes (de 10 a 24 años de edad) con tumores de cerebro diagnosticados recientemente y 4000 jóvenes sanos. La meta del estudio es aprender más acerca de los factores de riesgo de tumores cerebrales de la niñez. Los resultados se esperan para el año 2016.
    Aunque el sesgo de memoria es menor en los estudios que relacionan a los participantes con los datos de sus teléfonos celulares, dichos estudios se enfrentan a otros problemas. Por ejemplo, es imposible saber quién usa el celular registrado o si esa persona hace también llamadas usando otros celulares. En menor medida, no está claro si muchos usuarios de un solo celular estarán representados en una sola cuenta de la compañía telefónica.
    El Instituto Nacional de Ciencias de Salud Ambiental (NIEHS), componente de los Institutos Nacionales de la Salud, está llevando a cabo un estudio de los riesgos relacionados con la exposición a la energía de radiofrecuencia (el tipo que se usa en los teléfonos celulares) en laboratorios altamente especializados que pueden especificar y controlar las fuentes de radiación y medir sus efectos en roedores.
  8. ¿Corren los niños un mayor riesgo de cáncer que los adultos por el uso de los teléfonos celulares?

    En teoría, los niños tienen el potencial de correr un riesgo mayor que los adultos de presentar cáncer de cerebro por los teléfonos celulares. Sus sistemas nerviosos aún están en formación y por consiguiente son más vulnerables a factores que pueden causar cáncer. Sus cabezas son más pequeñas que las de los adultos y, por consiguiente, tienen una exposición proporcionalmente mayor al campo de radiación de radiofrecuencia emitida por los teléfonos celulares. Y los niños tienen la posibilidad de acumular más años de exposición a los celulares que los adultos.
    Hasta ahora, los datos de estudios en niños con cáncer no apoyan esta teoría. El primer análisis publicado provino de un estudio de casos y controles a gran escala llamado CEFALO, el cual se llevó a cabo en Dinamarca, Suecia, Noruega y Suiza. El estudio incluyó a niños que fueron diagnosticados con tumores de cerebro de 2004 a 2008, cuando sus edades eran de 7 a 19 años. Los investigadores no encontraron una relación entre el uso de teléfonos celulares y el riesgo de presentar tumor de cerebro en este grupo de niños. Sin embargo, se dieron cuenta de que sus resultados no descartaron la posibilidad de un aumento leve en el riesgo de presentar cáncer de cerebro en los niños que usan celulares, y que los datos obtenidos por medio de estudios prospectivos y de mediciones objetivas, en lugar de encuestas y de lo que recuerdan los participantes, serán clave para esclarecer si hay un riesgo mayor (19).
    Los investigadores del Centro de Investigación en Epidemiología Ambiental en España están llevando a cabo otro estudio internacional—Mobi-Kids Notificación de salida—para evaluar el riesgo asociado con las nuevas tecnologías de la comunicación (incluidos los teléfonos celulares) y otros factores ambientales en jóvenes recién diagnosticados con tumores de cerebro en edades de 10 a 24 años.
  9. ¿Qué pueden hacer los usuarios de teléfonos celulares para reducir su exposición a la energía de radiofrecuencia?

    La Administración de Alimentos y Drogas de EE. UU. y la Comisión Federal de Comunicaciones han sugerido algunas medidas que los usuarios preocupados por los teléfonos celulares pueden tomar para reducir su exposición a la energía de radiofrecuencia (1, 23):
    • Reservar el uso de los teléfonos celulares para conversaciones cortas o para momentos en que un teléfono fijo no está disponible.
    • Usar un dispositivo que deja libres las manos, para crear mayor distancia entre el teléfono y la cabeza del usuario.
    Los dispositivos que dejan libres las manos reducen el grado de exposición de la energía de radiofrecuencia a la cabeza porque la antena, la cual es la fuente de energía, no se pone cerca de la cabeza.
  10. ¿En dónde puedo encontrar más información sobre la energía de radiofrecuencia que emite mi teléfono celular?

    La Comisión Federal de Comunicaciones proporciona información sobre el coeficiente específico de absorción (SAR, en inglés) de los teléfonos celulares fabricados y comercializados en los últimos dos años. El SAR corresponde a la cantidad relativa de energía de radiofrecuencia que absorbe la cabeza de un usuario de teléfono celular (24). Los consumidores pueden tener acceso a esta información al usar el número de identificación del teléfono asignado por la FCC, el cual se encuentra ordinariamente en la caja del teléfono y en el formulario de búsqueda de números de identificación de la FCC.
  11. ¿Qué otras fuentes hay de energía de radiofrecuencia?

    La exposición más común a la energía de radiofrecuencia proviene de dispositivos y equipos de telecomunicaciones (1). En Estados Unidos, los teléfonos celulares actualmente operan en un rango de frecuencia aproximada de 1800 a 2200 megahercios (MHz) (6). En este rango, la radiación electromagnética producida tiene la forma de energía de radiofrecuencia no ionizante.
    Los teléfonos inalámbricos (teléfonos que tienen una unidad base conectada a la línea telefónica de la casa) frecuentemente operan en radiofrecuencias similares a las de los teléfonos celulares; sin embargo, debido a que los teléfonos inalámbricos tienen un alcance limitado y requieren una base cercana, sus señales, generalmente, son mucho menos potentes que las de teléfonos celulares.
    Entre otras fuentes de energía de radiofrecuencia, las radios AM y FM y los televisores VHF y UHF operan en radiofrecuencias más bajas que los celulares, en tanto que fuentes como los radares, las estaciones de satélite, los aparatos de resonancia magnética (RM), los equipos industriales y los hornos de microondas operan en radiofrecuencias un poco más altas (1).
  12. ¿Qué tan común es el cáncer de cerebro? ¿Ha cambiado la incidencia del cáncer de cerebro con el tiempo?

    Los índices de incidencia y de mortalidad por cáncer de cerebro han cambiado poco en la década pasada. En Estados Unidos, se calcula que se diagnosticarán 23 130 casos nuevos y que habrá 14 080 muertes por cáncer de cerebro en el año 2013.
    La supervivencia relativa a cinco años de los cánceres de cerebro diagnosticados de 2003 a 2009 fue de 35% (25). Este es el porcentaje de personas diagnosticadas con cáncer de cerebro que estarán vivas 5 años después del diagnóstico en comparación con la supervivencia de una persona de la misma edad y sexo que no tiene cáncer.
    El riesgo de padecer cáncer de cerebro aumenta con la edad. En Estados Unidos, de 2006 a 2010, hubo menos de 5 casos de cáncer de cerebro por cada 100 000 personas menores de 65 años de edad, en comparación con casi 19 casos por cada 100 000 personas de 65 años de edad o mayores (25).
Bibliografía selecta
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lunes, 4 de noviembre de 2013

Hopeful Glimmers in Long War on Cancer

This week’s Retro Report video examines the “war on cancer” — a federal research initiative authorized by President Richard M. Nixon in 1971. Many anticipated quick results, in part because of the public relations campaign, complete with ads suggesting we could cure cancer by the bicentennial, that successfully pushed Mr. Nixon into making the commitment.

Readers’ Comments

Since then, the United States government has spent over $100 billion on researchFor a look at the course of the war on cancer, watch the video above. And here, a veteran medical reporter who wrote a 2009 series about cancer, Forty Years’ War, reflects on the progress of recent years.
It was 2008 and a woman my editor and I knew had just died of cancer. One of the last things she said to my editor was a bitter lament: “What ever happened to the” [expletive] “war on cancer?”
Well, I told my editor, it was clear we hadn’t won that war. But the question was why. Why was progress so slow? Was it that cancer is a difficult disease or was it that other impediments got in the way? I thought it was probably that cancer was hard to fight. But it turned out that was only part of the problem.
Much money was being spent, but not always wisely, medical experts said.
There were federal grants ostensibly about cancer that were only tangentially related. It reminded me of my days as a molecular biology graduate student. A friend was studying the expression of genes in bacteria that were involved in lactose metabolism. He got a grant from the arthritis institute of the National Institutes of Health. I asked him how he ever accomplished that and he explained that if you write your proposal correctly you can make bacteria gene expression sound relevant to almost anything.
There also was money squandered on clinical trials that were so unimaginative and so uninteresting that they dwindled away, unable to recruit enough patients to come to any conclusions.
There were national campaigns to get people screened for cancers, even though many types of cancer screening have not been found to reduce death rates. Screening also leads doctors to find and aggressively treat cancers that would never have grown or spread or caused a problem if they had never been found and had been left alone. The only screening tests that do reduce death rates, studies have found, are Pap tests for cervical cancer, any of the three screening tests for colon cancer — colonoscopy, fecal occult blood tests or sigmoidoscopy — and a lung cancer screening test for smokers.
The much touted recent drops in some cancer rates were mostly attributable not to cancer breakthroughs but to a decline in smoking that began decades ago — propelled, in part, by federal antismoking campaigns that began in the 1960s.
Another drop in cancer rates was a consequence of something totally unrelated to the war on cancer. In 2002, a large federal study, the Women’s Health Initiative, stopped early because it was finding that the treatment being tested, hormone therapy for menopausal women, had harms outweighing any benefit. Women immediately stopped taking the drugs. It turned out that one of the harmful effects was a slightly increased risk of breast cancer. When women stopped taking the hormones, an estrogen and a progestin, the breast cancer rate finally fell — the first time that had happened — by almost the exact amount predicted if women stopped taking the pills.
So it looked like progress against cancer had not come from the “war” so much as from other events. And it looked like cancer was just about as formidable as ever.
But that was in 2008. Now scientists seem to be entering a new era of optimism.
It began with insights from the much ballyhooed and then much maligned Human Genome Project. The project, to determine the sequence of human DNA, at first used expensive and laborious methods but as it went on, scientists developed much cheaper and faster ways of sequencing. With fast sequencing, the cancer institute sponsored large studies of cancer genomes, looking for mutations that seem to drive tumor growth. And drug companies looked on their own for critical cancer mutations that might make good targets for drugs.
The results are dozens of drugs that attack various mutated genes in cancer cells. The drugs are just now starting to enter the market. A few of the older ones, like Herceptin and Gleevec, developed before the new sequencing methods evolved, have made previously untreatable cancers treatable. Gleevec has turned certain blood cancers from a lethal cancer into a manageable chronic disease. Herceptin has made a form of breast cancer with the worst prognosis into one that now has the best prognosis.
But the problem with the new targeted drugs is that just as bacteria grow resistant to antibiotics, so cancers almost inevitably grow resistant to a drug that attacks a crucial mutation. The new targeted drugs can buy patients with metastatic cancer time, and, eventually, by combining drugs, scientists might be able to bar all cancers’ escape routes. But for now, the new drugs rarely are cures, and they also are incredibly expensive, usually costing well over $100,000.
On the horizon is yet another sort of treatment. It unleashes the immune system,allowing it to kill cancer cells. These drugs are only starting to be developed, but some patients have had astonishing responses. Companies and researchers are buoyant, though they are also mindful of previous failed drugs and are wary of overpromising.
One way to look at the era researchers say they are entering is to say that the war on cancer was the impetus. It spurred interest in the disease and as a result money flowed to basic research. Another way to look at it is to say basic research was the key and the war on cancer was incidental.
But whether the war on cancer was more slogan or solution, most researchers believe cancer treatment, at least, is starting to change. After decades of little progress, they now are starting to go beyond the old mainstays (chemotherapy, surgery and radiation) that have never been enough against this disease.
The biggest challenge, prevention, remains. And other than stopping smoking, nothing yet has been terribly promising.
This week’s Retro Report is the 18th in a documentary series. The video project was started with a grant from Christopher Buck. Retro Report has a staff of 13 journalists and 10 contributors led by Kyra Darnton, a former “60 Minutes” producer. It is a nonprofit video news organization that aims to provide a thoughtful counterweight to today’s 24/7 news cycle. The videos are typically 10 to 14 minutes long.
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This article has been revised to reflect the following correction:
Correction: November 4, 2013
An earlier version of this article misspelled the name of a cancer drug. It is Herceptin, not Heceptin.